domingo, 29 de agosto de 2010

quinto

(Seguimos rebuscando. Trabajar a dúo en un guión es complicado, se pueden hacer una idea. Por lo general, el mecanismo incluye largas conversaciones previas con abundancia de servilletas anotadas. Luego, uno de los dos escribe algo que sirva como base para recortar, rehacer, desechar, discutir... Aquí les dejo lo que escribí para que pudiéramos Lorenzo Díaz y yo empezar a escribir No hay quinto malo, que se publicó en la revista Dos veces breve, en su número 16. Va ya para dos años...)

Una cafetería céntrica, a media mañana. Hace sol fuera, pasa gente por delante de los ventanales. Dentro, embobados de vez en cuando mirando transeúntes, tres personajes intentan desarrollar una idea sensata para un álbum de historieta. Son dos guionistas (F y L) y un dibujante (R). Se sientan alrededor de una mesa chiquita invadida de vasos medio llenos, servilletero y algún móvil.

Abrimos con un plano general exterior, de situación. Puede incluir el título, o lo podemos dejar fuera de caja y que lo pongan en maquetación. El diálogo arranca abrupto, como a media frase o poco menos: suponemos que llevan ya un rato charlando. Pasamos enseguida al interior de la cafetería y a centrarnos en los protagonistas. De cuando en cuando, en plena conversación, veremos que uno u otro se desconecta y se queda mirando por la ventana: (se podría visualizar en esos casos un globo de pensamiento con una mancha de gris dentro, o un garabato a medio hacer... algo así).

F.- ¡Yo quiero dirigibles!

R.- Ah, eso está bien. Podemos empezar con una escena espectacular, un dirigible sobrevolando las azoteas. Y luego ya pasamos al interior...

F.- No, mejor: ¡Un tío se tira desde la cabina!

(R mira con desconcierto y ojos como platos: lo hará a menudo.)

L.- Ah, vale... ¿Y quién se tira, el protagonista?

F.- No sé... Ya se nos ocurrirá. Pero la secuencia tiene fuerza, ¿no? (Gesticula con las manos, para pasmo de los otros dos.) El dirigible que llena la viñeta y el tío que cae a cámara, y luego un picado ahí tremendo para ver cómo cae hacia la calle allí abajo, lejos...

R.- ¡Como el Coyote!

L.- Hombre, no, a ver, tendremos que saber quién es, si se cae o lo tiran. Además, si empiezas el guión tan arriba, luego no puedes bajar el ritmo, y ya me explicarás qué haces para estar a la altura...

R.- Eso, y que hay que explicarlo.

F.- ¡Pues ya se explicará luego!

L.- Joder, ya estamos...

R.- Lo del dirigible mola... (Lo dice con gesto soñador, está visualizando ya la cosa.)

F.- Mira, podemos hacer una cosa tipo “Ella, él y Asta”, ¿se llamaba así?

L.- Lo del Hombre Delgado...

F.- Eso, pero en plan steampunk. Y que sean periodistas. Una pareja de periodistas.

R.- ¿Como en “Luna nueva”?

F.- Hombre, no. Bueno, sí, pero diferente.

L.- Sí: con dirigibles.

F.- Que sean periodistas, pero opuestos, como el agua y el aceite. (Pone gesto de iluminado, ya no conoce, está entregado.) Él es un tipo que se dedica a investigar sucesos extraños, igual hasta puede haber sido ayudante de Charles Fort. Y ella es fotógrafo, en plan reportero suicida, de guerras y de sucesos... Escéptica, sarcástica...

L.- (Hace mímica con las manos: como si tuviera ante sí un rótulo grande de neón.) ¡Mulder y Scully contra los marcianos de Wells!

R.- ¡Con dirigibles!

F.- Hombre... eso, para el segundo o el tercer álbum, ¿no?

R.- Joder, pero habrá que hacer este primero, ¿no? Siempre acabamos pensando en qué va a pasar en el quinto álbum cuando no tenemos ni idea de quién es el protagonista...

L.- Ni siquiera sabemos quién es el tipo que se cae del dirigible.

F.- ¿Qué pasa? Es un buen principio, ¿no?

L.- Yo tengo otra idea.

R.- ¿Hay dirigibles?

L.- No sé... igual sí, por qué no.

F.- Ah, vale. Cuenta.

L.- Hace tiempo empecé a escribir una novela ambientada en la Gran Depresión, en un pueblo del Sur. La protagonista es una viuda que escribe pulps para poder vivir, con el mismo pseudónimo que usaba su marido. Lo mantiene en secreto para no dar carnaza a los vecinos, que ya la miran bastante como a un bicho raro. Y un día, en el campo detrás de la casa, una noche de tormenta, tiene un aterrizaje forzoso un tío joven en un biplano.

F.- ¡Una casa como de Hopper, en plan “Psicosis”!

R.- ¿Un biplano? ¡Mola!

F.- ¿Y por qué no un autogiro? Le da un toque más gótico...

R.- ¿Más gótico? ¿Y por qué? ¡Además, a ver de dónde saco yo documentación para dibujar el trasto ese!

L.- Yo prefiero el biplano, la verdad... le da un aire más pulp...

F.- Bueno, tú sabrás, la historia es tuya. ¿Y qué pasa con el tipo, se lía con la viuda?

L.- Me quedé atascado. Tendría que quedarse en la casa con ella mientras que arregla el avión, y en paralelo ella escribiría una novelita de aventuras en la que sí se enrollarían... Y se me ocurrió que en algún momento viajaría a Nueva York para conocer a su editor, y cenaría con el que escribía La Sombra, con el de Doc Savage...

F.- ¡Guay! Pero eso casi mejor en el segundo álbum, ¿no? Que sea todo el viaje a Nueva York, cómo va conociendo a toda esa gente...

L.- ¡Y pueden resolver un caso policiaco!

F.- Además, estoy viendo la portada: en plan pulp, con ella vestida de mujer fatal y, detrás, la silueta de La Sombra...

R.- ¡Es que no me lo puedo creer! ¿La portada del segundo álbum? ¡Pero qué pasa con el primero! Que a este paso no empezamos nunca, y yo sólo tengo un mes libre para hacer esto...

(Se hace el silencio un momento, una viñeta. Se echan a reír. Igual podemos irnos al otro lado del ventanal, desde la acera vemos que piden otra ronda a un camarero. F mira hacia nosotros, ensimismado. Pasa una niña gótica y a F se le ilumina la cara. Alejamos el plano hasta el general exterior de situación con que abríamos. El resto del diálogo, en off.)

F.- ¡Tengo otra idea!

L.- Si es para el quinto álbum, cobras...

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