jueves, 24 de julio de 2008

rec

Nada, a pesar de la calor seguimos aquí, más o menos atentos. (Menos, más bien... pero en fin.)

Anoche me animé a ver la película de Balagueró y Plaza, que me apetecía. (Me falta por ver Frágiles, por cierto... y hasta ayer mismo no me di cuenta.) Y les cuento que es impecable en lo técnico y de planteamiento ingenioso (bueno, poco más o menos). Que entra a saco en plano fijo para enganchar y ya luego es todo una fiesta de montaje (y el propio montaje es narración también, no lo olvidemos). Que roza, eso sí, la astracanada muy a menudo, pero es que el sub-género zombie es tan resbaladizo... Que da un mal rollo considerable. Que quizá se precipita al comenzar tan pronto con el retrato histérico de una histeria colectiva que acaba por agotar. Que el final es muy lovecraftiano, en el sentido que lo son esos cuentos narrados en primera persona por el protagonista que acaban algo así como "se escuchan ruidos en el umbral, la puerta va a ceder, ¡entran, cielo santo! aargh...", solo que esos cuentos se preocupan de aclarar siempre que el manuscrito fue hallado en una casa abandonada o patatín, mientras que en la película en ningún momento se aclara de dónde sale la grabación, cómo la encontraron y cómo es que llega a nosotros.

Minucias.


Pero un buen, buen rato sí que pasé. Y menos mal que es cortita, porque cinco minutos más de carreras, aullidos y sombras viscosas de sangre convertirían la cosa en algo muy cercano a lo insufrible (o a lo paródico; pasa mucho con estos productos).



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