miércoles, 30 de enero de 2008

la calma


Después de la tempestad, sí. (¿O era a la viceversa? Bueno, como se diga...) Todo ha quedado más o menos en orden, con algún fleco menor pendiente pero ya. Y bien, gracias.

Ayer, como para avisar de que el caos acecha donde y cuando menos lo esperas, la conexión se fue a hacer gárgaras y no pude actualizar en todo el día. Cosa "de allí", que decíamos en casa cuando era yo pequeño y la recepción de la tele se descacharraba. Ya está solucionado, parece. Todo en orden.

Y precisamente ayer se resolvía por lo judicial lo de los hospitales madrileños y la Comunidad y las sedaciones... y quedó claro quién había actuado siempre como correspondía, quién se preocupó (se preocupa hoy, todavía) más por privatizar la Sanidad pública que por mantener su calidad, o superarla incluso. (Y lo leí en alguna parte después, pero fue lo primero que me vino a la cabeza cuando supe de la noticia: primero se llevaron a los médicos porque decían que practicaban eutanasias; ahora se llevan a otros médicos, porque dicen que trituran niños en máquinas de hacer hamburguesas... ¿Es todo una campaña consciente y premeditada, o una mera acumulación de despropósitos? Grave, en uno u otro caso.)


Y en el trabajo, los vientos hediondos siguen recorriendo largos corredores.


Y estoy leyendo ahora a Eloy Tizón, Velocidad de los jardines, qué título: relatos fulgurantes, bellísimos.



Buenos días.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parecida impresión la mia, sí.

Y qué espectáculo fascinante la ascensión de Esperanza Aguirre: inteligente, astuta, tenaz, con un plan debajo del brazo y sin ningún escrúpulo. Un monstruo de la cosa política que riase usted de Aznar y sus ínfulas imperiales, ahí, haciéndose delante de nuestro ojos.

Un saludo.