jueves, 1 de febrero de 2007

febrero y puesta de largo

Pues sí, paso la página del calendario y aprovecho para migrar al nuevo blogger, ya saben, lo que era antes beta y que unos aplaudían y de lo que otros renegaban y que, supongo, no deja ser un guapeado del servicio. Ya les iré contando cuando tenga tiempo de mirar despacio y aprender los entresijos de la cosa, que igual hasta tuneo un poco la plantilla y añado etiquetas para ordenar las entradas (pero eso me puede llevar toda la vida, a mi ritmo... no les prometo nada).

Mientras tanto, les dejo este enlace para que le echen un ojo.

¿Ya?

A mí la cosa me parece un despropósito, si les digo la verdad. Sí entiendo, ojo, el hipotético interés del cruce de miradas y etcétera, y hasta comparto una cierta inquietud por dinamizar el concepto de museo histórico y alejarlo de su condición de mausoleo, que decían los dadaístas y surrealistas hace ya casi cien años, cómo pasa el tiempo. Pero... hay maneras menos agresivas, creo.

No sé, uno pasea ahora por el Prado y la percepción que se tiene es de cuartel robado, no sé si me explico. (Bonita expresión, por cierto: tan gráfica.) Un tercio de las salas cerrado a cal y canto, almacenes y talleres de restauración en los rincones más inhóspitos e inesperados. Obras por todos lados, ruido de compresores y voces de obreros colándose por las rejillas de ventilación, dos dedos de polvo en los cuadros expuestos, en las esculturas, desorden, desinformación, desidia. Y de pronto se encuentra con que se retira una joya de Juan de Flandes, cosas de Cranach, para colgar grandes fotografías de gente que mira cuadros. Ahí, entre Antonello de Mesina y Botticelli. O codeándose con los Velázquez. Y sin explicaciones.

Y hay una sensación de puro desamparo, diría yo. De incongruencia, de agresión. Agresión a la institución (que no sería grave, me parece: necesita más de una andanada de torpedos, a ver si se van a pique algunas presencias), pero agresión al espectador, al visitante.

Por no hablar del tufillo nepotista que se respira. Por ejemplo, el insigne fotógrafo... ¿a cuento de qué necesita un despacho personal en el edificio de Moneo, que ocupa desde hace cosa de un año? ¿Tiene que ver, acaso, con su rumoreada amistad con Calvo Serraller, director cesado en su momento de muy malas maneras pero que ha sabido instalarse a la diestra del nuevo mandamás con una habilidad envidiable?

Qué sé yo... Habría mucho que hablar, supongo. Y en profundidad. Pero, qué quieren... ni hay tiempo, ni me apetece ahora, que además tengo la cama sin hacer y no son ya horas...

Buenos días.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No recuerdo leerle tan suelto hablando de temas laborales; dando nombres y todo. Como diría, o casi, un asiduo suyo: es su opinión y la comparto.

A mi con los museos me sale mi vena más nihilista: no hay mejor museo que el que derriban. Que llamen a la empresa Arias y los pongan a todo volumen (Derribos) mientras arden en la vía pública los Tapies y demás...

fcnaranjo dijo...

Hombre, pues los Tapies no deben arder mal, ya que estamos con el tema...

Ejem...

Anónimo dijo...

Je je..

... aquí se hermana usted a José Luis Coll.
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