domingo, 30 de julio de 2006

pantalla

Hoy, en la pantalla de la televisión he visto niños muertos. Un buen puñado de ellos. Los sacaban de entre los escombros, cuerpos rotos, manchados de polvo y sangre.

Ayer mismo asistí a una conversación sensata en la que un sensato amigo defendía la postura de Israel en el conflicto echando mano de memoria histórica y diciendo claramente algo que casi nadie dice o quiere decir: es una guerra, en toda regla. Una de esas guerras modernas no declaradas y en las que las convenciones internacionales se ignoran. Una guerra contra el terrorismo, se ha ocupado Bush de insistir en ello: esto de Israel de ayer, de hoy, de los últimos días, forma parte de la guerra contra el terror que los USA iniciaron en Irak después de la caída de las torres.

Y hoy, viendo los niños muertos en la televisión, me reitero: no me importan las razones históricas, la posición de Israel en su entorno, el acoso del terrorismo islámico contra sus posiciones. Nada de todo eso tiene importancia, me parece, cuando la gente de Cruz Roja rescata cadáveres de niños de entre los escombros de un edificio aplastado por las bombas israelíes.

Y me pregunto cómo esperan, los israelíes y quienes los apoyan, que destruir un país como Líbano, aplastar sus infraestructuras, machacarlo sin piedad, metódicamente, pueda hacer que su población rechace a los radicales de Hezbolá y su política de hostigamiento. ¿No parece razonable pensar que de las ruinas lo único que puede surgir es el odio, el ansia de revancha? ¿No tiene la población libanesa el mismo derecho de defensa que invoca Israel para atacar? ¿No va a generar un apoyo incondicional a los radicales, en Líbano y en el resto de países árabes?

¿No hay manera de arreglar las cosas sin recurrir al cohete terrorista, al carro de combate, al bombardeo masivo... sin recurrir a los niños muertos? Me niego a pensar que no la haya. (Otra cosa es que haya voluntad de encontrarla...)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con usted, me da igual quien lleve la razon,lo que queda claro es que el resto de paises no pueden mirar a otro lado, tienen que parar esta barbarie,no hay justificacion alguna para no hacerlo.

Anónimo dijo...

"las bombas no tienen ojos".
Es asquerosamente terrible que después de siglos de existencia, no sepamos cultivar la paz. Los niños son niños aquí, en Líbano, en Israel, Rwanda o donde sea... ¡tenemos que parar esto!

Artic dijo...

Efectivamente, cada nueva bomba sobre Gaza o el Líbano está sembrando odio. La industria armamentística se alimenta de eso, del odio que siembra. Y de ahí surgen terroristas como setas.

A ver cuando los países civilizados (no Israel ni EEUU) levantan su voz y no permanecen callados como putas.

Saludos de otro de Madrid.

Anónimo dijo...

Cada nuevo niño muerto, como aquel de hace un año que lo acribillaron delante de las cámara mientras su padre pedía el "alto el fuego". O aquellos jóvenes a los que unos soldados les rompieron una a una todas las articulaciones con una piedra poniendo caras sonrientes, hace unos tres lustros. O el bombardeo contra las canalizaciones de agua que intentaban los países vecinos en sus tierras y que han provocado la sequía en ellos a cambio de la abundancia en Israel o tirar casas en Jerusalén o el Mosat, posiblemente el servicio secreto mas criminal y despiadado que haya sobre la tierra...
Yo creo que los judíos son emprendedores, cabezotas y concienzudos, y muy chovinistas, por descontado. Son capaces de crecerse en la desgracia y acaparar riqueza en medio de la ruina. Eso atrajo el odio de las clases pudientes de Alemania y llevó a Hitler a su persecución para ganarse el apoyo del pueblo y quedarse con el oro.
¡Dios quiera que esa historia no se repita! Por ninguna de las dos partes.
Un saludo