domingo, 26 de marzo de 2006

el domingo considerado como un videoclip de Family

Una sucesión desordenada de secuencias, apenas momentos, de montaje rápido y resueltas con la cámara al hombro: poseen ese descuido, esa vibración característica de los rodajes caseros. El encuadre casual, como si lo que interesara de la imagen fuera otra cosa. Numerosos insertos en apariencia inconexos: la portada de un libro, las cortinas del baño, una camiseta arrugada sobre la silla, el peluche de Pucca en el sillón, un gato que mira desde una ventana, los papeles que arrastra el viento, la televisión sintonizada en un canal de noticias, un puñado de almendras en un plato azul.

Entrar y salir de casa varias veces, con el periódico bajo el brazo, con una botella de vino, con una docena de bollitos tiernos para desayunar. Pasear por la acera de sol, mirar las nubes. Leer el diario con tranquilidad, escuchando música: hemos visto la torre precaria de CDs, y la cubierta del suplemento dominical: bellísima Isabella. Probar la pasta, abrir un botellín de cerveza, espiar la nevera con precaución: en plano medio, vigilando las fechas de caducidad, olisqueando. Tomate frito, ajo cortado en láminas delgadas. Un ordenador en la esquina del salón: luz azul, eléctrica, una sucesión de cabeceras de webs, un primer plano de los pies apoyados sobre una banqueta: calcetines del Coyote, un poco raídos.



Mensajes de móvil, un libro casi terminado: en plano cercano, vemos cómo pasan las páginas. El periódico sobre la mesa, un librito de recetas con huevos, los relojes de la casa en una sucesión de insertos: dos horas distintas, pero nunca la aguja larga coincide, hay siempre uno, dos minutos de diferencia.

Bajar las persianas, subir las persianas, abrir o cerrar las ventanas, de día, de noche, nublado, despejado. Fregar los cacharros del desayuno y de la cena del sábado: acumulación de manos empapadas, de platos que crecen en precaria torre de Pisa, charcos espumosos en la encimera, el sol acariciando los dedos de los cactus en el alféizar.

La cama sin hacer.

Un espejo de baño: ojeras, pelo revuelto.

Y una canción de fondo. Cualquiera valdría, pero en especial Viaje a los sueños polares o Dame estrellas o limones: son debilidades mías... y es mi película.

2 comentarios:

Pussy Galore dijo...

mmm... me encantan los domingos.

Anónimo dijo...

Coincido amiga Pussy.
Los domingos tienen su encanto perezoso y deshilachado hasta que empieza a caer el sol y la cosa muta en una especie de desgana melancolica. Como una especie de pre-arcada depresiva

No se si me explico.