viernes, 1 de julio de 2005

serenata

Tengo un grillo que parece que sean tres, por cómo chirría. Está fuera, claro. En el jardincito que hay en el patio de entrada de mi casa. Y no para. Si añadimos que, a eso de las tres, un niño acostumbra a berrear cada noche, se imaginan que esto, a veces, casi parece una fiesta... Incluso con la ventana cerrada. (Algo que, en cuanto apriete el calor en serio, no podré permitirme hacer: cerrar la ventana para dormir.)

No me quejo. Duermo (o dejo de hacerlo) con independencia del ruido que pueda haber fuera. (Casi siempre, y dentro de lo razonable, claro...)


Tengo un jaleo de cintas ahí, al lado del trasto que reproduce DVDs y vídeos. Grabo 24, grabo El ala Oeste de la Casa Blanca: para ver los episodios, seguidos, durante el fin de semana. Hoy he visto Perdidos (entregas desordenadas, por cierto: por lo que sé, ya lo emitieron mal en el satélite...). Mañana empieza, en el +, Millenium, que vi hace ya tiempo pero que me apetece recuperar; y el lunes, Murphy Brown...

No sé, hubo un tiempo en que los meses de verano eran un puro tedio catódico, pasto de reposiciones sin interés y concursos con piscina. No lo echo de menos... pero si seguimos así no voy a tener horas para ver todo lo que me interesa.

(Y sí, a lo mejor exagero... Será la hora.)


Tengo un montón de cositas por leer. Y otro montón a punto de caer en mi poder.

Y me quedan apenas setenta páginas para terminar con Jonathan Strange & Mr. Norrell, el novelón que he ido paseando por el transporte público madrileño los últimos meses...

Se presentan días intensos de lectura. De ponerse al día. De curiosear. De hojear un libro, otro, un tercero... hasta decidirme por uno.



Empieza el verano.