viernes, 8 de julio de 2005

hoy hay nubes

Sí, la tarde está gris. (Fría no, claro: gris; de un gris plomizo, sucio...)


Ayer pasó lo que pasó por la mañana, y yo aquí, escribiendo sin enterarme de nada... La tarde no fue corta, precisamente. Y en la televisión abundaban, a todas horas, imágenes que me recordaban otras, ya saben... del año pasado.

Londres está de luto de esa manera londinense; eficiente, resignada. No sé si con un punto de arrogancia. Aquí, hay quien ha aprovechado para llevar el agua a su molino y, sin dejar que los escombros se enfriaran (no hablemos de los cadáveres), se han dedicado a hacer campaña propia y a atacar al gobierno. (No, al de Blair no: al de aquí.) Supongo que hablar de ellos es ya darles más atención de la que merecen...

Pero alguna de las cosas que se han dicho en una u otra televisión (o en todas) se me ha quedado grabada: esto va a ser habitual; debemos acostumbrarnos (odiosa, temible palabra) a un futuro inmediato en el que este tipo de actuaciones indiscriminadas y sanguinarias sean... eso, habituales. Un futuro en tonos negros. (O plomizos, como la tarde de hoy...)

A veces, oyendo estas cosas, me acuerdo de Ballard y sus espacios interiores, sus psicopatologías sociales, sus paisajes industriales.


**********

Ayer, por cierto, asistí a la presentación de La diosa sumergida, el libro de Calatayud.

No había mucha gente. Quizá fue efecto del calor, o de Londres... O quizá es que no hay mucha gente ahí fuera capaz de disfrutar del trabajo de Calatayud. (Aún admitiendo eso, esperaba más público profesional: ilustradores, diseñadores...)

Andaban por allí, sí, famosos como el sin par Bruto Pomeroy, Jesús Cuadrado, Agustín Oliver, Santiago Sequeiros, Juan Berrio, Lorenzo Díaz, Fernando Vicente. La presentación fue cálida, con un locuaz Ricardo Esteban (editor de Dibbuks) y un afable Miguel Calatayud. Éste habló de la profesión y de su amor por la creación de imágenes. De sus trabajos en Trinca, de algunos de sus compañeros de la Escuela Valenciana de los 80. De por qué ya rara vez hace Historieta.

Después, una cerveza. Y una cena más que agradable por allí cerca.


A ver cómo les cuento: cenar al ladito de Calatayud. Yo, de pequeño, leí su reescritura de los trabajos de Hércules, ¿se acuerdan? Yo, en los 80 descubrí La pista atlántica: fue algo que a uno no se le olvida así como así. Yo atesoro sus libros, sus trabajos de literatura infantil. Y ahí al lado, ya digo; codo con codo.

Calatayud es un tipo amable, un conversador infatigable.

Calatayud va a estar en la Semana Negra de Gijón de aquí a unos días. Ya hemos quedado en vernos por allá y tomar algo, charlar un ratito.


**********

(Nota de trabajo, o así: durante los meses inmediatos, mis lecturas principales van a ser La novela de un literato, de Rafael Cansinos Assens; los tres títulos de La lucha por la vida, de Baroja; quizá El rey mono. Un Kawabata. Algunos relatos que tengo por ahí seleccionados, en distintas antologías. Eso, si no hay sorpresas, cambios de humor o de prioridades...)